jueves, 29 de noviembre de 2012

LA NIÑA SALVAJE






Palpada hasta el desgaste. Como su piel.
Como una foto de sí misma.
Un ancla
atada
a una silla.


Entumecida en la boca saturada de saliva,
y con manos arrugadas de antepasados remotos.

Entumecida y fría al despertar,
antes,
cuando el sueño REM le inmoviliza el cuerpo.

                                         Vídeo de Genie, la niña salvaje





martes, 27 de noviembre de 2012

ESCRIBIR

 




La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir.

                                                                                       Escribir, Marguerite DURAS


domingo, 25 de noviembre de 2012

SOBRE EL DERECHO Y EL DEBER DE QUEJARSE






Los gobiernos adoran a la gente que no se queja, a esas Masas silentes en las que es fácil colocar todo tipo de frases en su boca. Es un concepto muy americano el de sonreír a pesar de las circunstancias: sonríe aunque tengas cáncer (¡puede ser una oportunidad para renacer a una nueva vida!), sonríe aunque te despidan del trabajo y, sobre todo, da gracias, porque podría ser peor (y, en el fondo, si Dios lo ha querido así, será por algo). Es un concepto tan cristiano que parece mentira que lo tengamos asociado a la cultura occidental moderna: controla tus necesidades, tu cuerpo, para fortalecer el espíritu. El pensamiento positivo viene a ser una especie de obligación más que una opción, especialmente en Estados Unidos y, concretamente, en las empresas privadas, en las que a más de uno despiden por no tener una actitud positiva en el equipo de trabajo. Frases como que el dolor se acaba con más trabajo, la infinidad de dietas milagro para hacer desaparecer los michelines, la instigación a cambiar de coche, de color de pelo, de vida, son en el fondo, la herencia del ascetismo religioso y, por otro lado, la ocasión perfecta para que el capitalismo tenga un nicho en el que prosperar: esa necesidad de actividad constante, de productividad, de cambio, y de expansión (casi) exclusivamente personal.
Nadie se ha preguntado si no sería mejor dejar de mirarnos el ombligo, puesto que la filosofía del pensamiento positivo elude los problemas sociales para centrarse en el individuo, porque considera que “no sirve para nada intentar cambiar las circunstancias, y además, sale caro”(Seligman).
Sea cual sea el sistema que nos gobierne, hay que quejarse, permanecer escépticos, gritar cuando las cosas no marchen como debieran. La imaginación al poder es un dicho absurdo: la imaginación ha de estar contra el poder, y el arte no será ciencia.

Referencias:
-Bárbara Ehrenreich: Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo

miércoles, 21 de noviembre de 2012

MUJER ÁNGEL

                                                    Fotografía: Mujer ángel, Graciela Iturbide


El pelo infinito

y las manos cubiertas de cuero en carne viva.

Extiende los brazos, mujer ángel,

hacia la tierra. 

martes, 20 de noviembre de 2012

EL RAPTO


                                                    Fotografía: Graciela Iturbide, "El Rapto"



En su fluido amniótico la tarde cae sin fuerzas,

sin haber

empezado. 
                                               
No respires,

en la sala cuelgan hojas de mujer joven. El peor olor de todos,

muerte seca

 y  flores.


En el fluido que es alcohol desinfectante

la tarde se derrama hasta la sangre

a la luz de la lámpara


domingo, 18 de noviembre de 2012

MICRORRELATO



EL ENFERMO, Alfonso Sastre

No comprendo este nuevo síntoma de mi enfermedad. He perdido por completo la vista y tengo asfixiante sensación de estar encerrado.
No sé cuántas horas (o días) habré estado sin sentido.
Lo último que recuerdo es el brillo de una lamparilla y un rumor de sollozos en el cuarto. 
Ahora quisiera decir a todos que he vuelto en mí; pero he perdido, aparte del habla, también todo movimiento salvo el del brazo derecho, que, al moverme, tropieza con algo que debe ser la pared de la habitación pero que, por causa de la perturbación de la sensibilidad que sufro, a mí me parece como una tabla. También experimento extrañas sensaciones, como un perfume de flores que parece ascender desde mis pies. Son penosos fenómenos que, evidentemente, confirman la gravedad de mi estado.  

viernes, 16 de noviembre de 2012

Encuentro con Ana Gorría



Ana Gorría habla de Emily Dickinson y no solo su poesía hace pensar en ella. Parece su hermana que hubiera regresado y hubiera aparecido en Madrid, siglo veintiuno. No pretende gustar, ni vender, no tiene necesidad de maquillaje y ropa vistosa: tiene su poesía como carta de presentación y como toda excusa. Su palidez y sus ojos negros le bastan, igual que un mito decimonónico, que confirma la regla de que los buenos poetas son melancólicos.
Ana se transforma leyendo Araña, el poemario cuidadosamente encuadernado, riguroso y límpido, como su poesía, que da en el blanco preciso. El otro día en clase hablábamos del concepto de punctum de Roland Barthes. Pues bien: Ana me ha punzado. Como si, después de saturarse la cabeza de información y lectura a lo largo del día, de repente encontrara una luz, y cobraran sentido todos los silencios, los espacios, las pausas.
Mientras Ana lee en voz alta me pregunto por su melancolía, por la languidez de su habla, y esas sombras bajo los párpados. Podría parecer que se pierde en más oscuridad, en pozos más hondos, pero a mí me parece que destella luz, proyectos y mucha vida. Que, como dice la cita de Blade Runner en su poema Tela de araña, La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo.
 
 



De su poemario Araña (El Gaviero Ediciones, 2005):

ARIADNA OLVIDA EL MAR

El rostro reclinó. Desde la orilla
todo era paz. Olor. Inmensidades.

Verdades concedidas al espacio,
suavemente oscilando entre las ramas.

Aspiró el aire frío que se abría
como un sol de papel en sus pulmones.

Saber del mar su luz, su pasadizo.

Atrás dejar la sal. Volver a casa.



BEMOL

Con los ojos clavados en el techo,
ignorar
        por qué pesan los párpados,
cuánto tiempo perdido
y cómo despertar de la parálisis.